domingo, 19 de mayo de 2013

Ese momento en que ya no puedo más.

Ese momento en que te das cuenta que estás sola. Que nadie te apoya y que solo te ciñes a tus miedos. No hay nada peor que sentirse así. Te levantas cansada y con ganas de volver a la cama porque no puedes aguantar más dolor. No es un dolor físico de haberse matado en el gimnasio, es un dolor mucho peor; es dolor mental. Dolor mental es a lo que yo llamo cansancio, odio, ganas de desaparecer y de cambiar, más odio y más dolor, rabia, incluso ansiedad en alguna ocasión. Enciendes el cigarro. Primera calada y viene el nudo en la garganta. Necesitar llorar y no poder. Podríamos decir que las lágrimas se fueron cuando aún podías llorar, cuando aún no estábamos jodidos del todo. Segunda calada y ahora las preguntas. ¿Qué hice yo para estar así? ¿A caso no nos han dicho siempre que la adolescencia está para disfrutarla, que solo se vive una vez y es de las mejores etapas de la vida? Entonces, ¿Por qué coño estoy fumando para apaciguar una soledad que me consume y vivo con un deseo enorme de que todo termine? Tercera calada. Cuarta. Mierda. La he jodido, he arruinado mi vida y no sé que va a ser de mi ahora que no sirvo para nada. Me preocupo por el futuro cuando dudo si dentro de poco seguiré aquí. Perdí a muchísima gente por el camino ahora me limito a mirar el vacío y a sentirme incómoda siempre que estoy rodeada. No llevo bien esto de ser un simple estorbo, alguien prescindible. Primera lágrima. Vaya, parece que las cosas no se van para siempre. Quinta calada. Sexta. Séptima. Tengo miedo a reconocer los sentimientos, tengo miedo de que alguien me quiera, no entiendo como alguien podría quererme. No lo lograré entender nunca. No entiendo por qué no puedo aceptarlos. Una vez leí que cuando aprendemos a decir 'te quiero', somos felices. Quizá puede que sea la clave para dejar de ser tan infeliz, para llenar el vacío, pero necesito una fuerza de voluntad para hacer eso, para empezar a decir te quiero. ¿Y de dónde saco la fuerza de voluntad? Dejas la mente en blanco mientras terminas el cigarro y lo aplastas contra la hierba mientras te levantas y te secas la lágrima con la manga. Realmente estoy cansada, pero tal vez ya solo es costumbre y dejarlo pasajero, que al fin y al cabo el dolor no puede ser eterno.